Por Eli Quezada
“Si el mundo fuera un lugar perfecto, los padres dirían a los jóvenes:
Hijo, sal a la calle y haz lo que veas y eso acabaría con
el problema
de la ética, pero no es así.”
Fernando Savater
(Ciudadanía y Ética, Conferencia- Monterrey, 1999)
He recorrido “Las calles enemigas”, novela que me permite
leer Roberto Marcallé-Abreu, tras obtener el prestigioso Premio Nacional de
Literatura que auspició la Universidad Central
del Este (UCE)-
Luego de ese paso agitado por sus calles, que son las
mismas mías, y, posiblemente, las suyas, querido lector; y que es el espacio donde
se desarrolla la trama novelesca, he quedado abstraída, abrumada por el
realismo-negro con que el autor aborda este tema imperioso del devenir de la
maldad en las sociedades postmodernas donde la corrupción se esparce como
pimienta roja en las carnes frescas de nuestra gente, por todos los rincones de
nuestras ciudades. Don Roberto lo hace desde la trama expectante de la novela
negra, trazando con una preponderancia avasallante un tecnicismo depurado, un
tratamiento literario digno de estudio y de exploración para la enseñanza de la
materia en las instituciones educativas, en especial el buen uso del tema “suspenso”
engarzado con la profundidad del tema “ético-social” al cual nos tiene
acostumbrado. Su discurso rescata a las voces de la gente de la calle. Es compasivo,
ágil y fluido y la universalidad del
contexto expuesto se podría encontrar en cualquier sociedad o ciudad, mejor
dicho, en las calles golpeadas de cualquier ciudad en vía de desarrollo,
incluso, en el tren del mismo desarrollo postmoderno.
Nos muestra un discurso del resultado de vivir en una
sociedad donde sólo hay respuestas para los ricos, para los que se escudan en
el poder. Nos muestra los cambios ocurridos en las ciudades y la nostalgia del
pasado. Ese ‘deja vu’ la hace ir a
por los tiros de “Cien años de soledad” de García Márquez, guardando ambas, técnicas
y tratamientos disímiles en su
construcción: “Cien años de soledad” incursiona en el realismo mágico y “Las
calles enemigas” es realismo puro adobado, si se quiere de cierta crudeza y
suspenso, por eso pertenece a la categorización de novela negra.
En cuanto a los personajes, Severino, para mí comparte protagonismo con el elemento “Ciudad-Las calles” en fin “La sociedad”. De don Jesús y su hijo
Armando deviene toda la trama… Misma que es contada en un estilo feedback que permite
seducir al lector hasta caer rendido. Estamos frente a una historia lista para
ser llevada al cine, si se quiere. Mercedes, Mineidy, el Dr. Domínguez, Bobby,
los sacerdotes, etc., son personajes plásticos, orgánicos y creíbles.
El elemento “nostalgia” es explotado por el escritor en
la voz de Severino. Y ese elemento
nos hace resaltar la pregunta cual huevo y gallina. ¿Es el desarrollo el
culpable de la desintegración de las sociedades? Describe a una ciudad
colonial, a un Gazcue del pasado y al actual.
Y un personaje que da sentido a la maldad que cobra vida
en él y es –El hombre de las gafas negras-
quien encarna con todas sus letras la esencia del mal y el antagonista. Su ropa
negra, su modus operandi de acabar
con sus víctimas que incluye violación. Es el mal que corroe las calles, que
compromete a los jóvenes y que influye de una u otra forma a perdición y
aniquilación. Y pensamos en el auge de las drogas, de la criminalidad, del
desacato familiar, del libertad mal entendida o libertinaje, de la corrupción
piramidal, a todos los niveles: mientras más alto más grande. Los puestos de
mando altamente corroídos por la ambición, el poder y la negligencia.
Las masas, el pueblo, a veces, desesperanzados, caen en
desidia y apatía. Otras en pereza, y es el caso de la joven Mineidy. Otros en
pie de lucha que decae cuando entiende que las leyes, aunque existen, no
funcionan, y lamentablemente, deben buscar justicia con sus propias manos. Y es
como retroceder a la ley del talión. “Ojo por ojo, diente por diente”, lo cual,
da al traste con todo intento de evolucionar.
Pienso que el autor nos narra claramente en Las calles enemigas, la decadencia
moral del ser humano. No es algo nuevo aunque deliremos por el ayer que,
aparentemente fue mejor, Lo que nos pasa es que fuimos más inocentes y
concuerda con el pensamiento de Marco Tulio Cicerón cuando dijo: “Cuando mejor es uno, tanto más
difícilmente llega a sospechar de la maldad de los otros” y en relación a que no es algo nuevo le citaré un documento egipcio que data
del 2500 a
C. que se titula la canción del desesperado. Y dice:
“Este mundo es un lugar terrible, los militares son
violentos, los jueces son prevaricadores, los comerciantes engañan con el peso.
Las mujeres engañan a sus maridos. Los hombres olvidan sus deberes. Las cosas
no pueden seguir así. Este mundo se acaba.”
Ya Roberto Marcallé-Abreu me había sorprendido con la
mejor novela que leí el pasado año “La
manipulación de los espejos” y en cuanto a su fondo repite su compromiso con la ética social, una es
eventualmente muy sicológica mientras que “Las calles enemigas” tienen un
condimento real, evidentemente socio-política-cultural, incluso con tintes o
pinceladas sacras. Es perceptible en su exposición general de toda la sociedad.
Presenta la sociedad tal cual es, tal cual se “desarrolla” imbuida en esa sed
del tener antes que la sed del SER. Puedo decir, sin temor a equivocarme que
Marcallé-Abreu tiene muy claro su compromiso de escritor y es presentarnos la
sociedad tal cual es, sin maquillajes, sin falsos ni prestados ídolos.
Me remite a la cita de William James cuando dijo: “El
mayor descubrimiento de mi generación es que los seres humanos pueden cambiar
de vida cambiando de actitud" Y yo creo que, con obras como esta y las
demás de este multipremiado escritor dominicano, Roberto Marcallé-Abreu se puede dar a beber de la actualidad, sus
males, sus bondades a fin de no caer en insurrecciones futuras.
Los ruidos de las calles, de las demandas postmodernistas
en cuanto a las nuevas formas de des-comunicarse hacen que nuestros hombres y
mujeres, no sólo los jóvenes, aunque estos últimos resulten más afectados por
la moda actual que los enmudecen… ellos no conocieron como nosotros la
necesidad de desplazarse para decirle a la persona amada: te quiero mucho. Con
un clic instantáneo ya están posteándolo por doquier en las redes sociales.
Llegando, incluso a banalizar los sentimientos y a hacerlos holográficos más
que sensoriales. De nosotros está re-aprender y no aislarnos de nuestros hijos
para encauzarlos en lo que es su hoy.
Es cierto que, “El talento se forma en la soledad; el
carácter, en el bullicio" como dijo, sabiamente, Goethe. No obstante creo
interesante las palabras de Pasteur cuando dice: “No le evitéis a vuestros
hijos las dificultades de la vida, enseñadles más bien a superarlas”
Admito que me gusta recalcar todo lo que sea el discurso
del SER. La ética moral, social y ciudadana es la que nos importa rescatar y
enseñar a los individuos de las calles y de las casas quiero terminar con la
teoría fascinante de Fernando Savater en una conferencia sobre Ciudadanía y Ética que impartió en
Monterrey en 1999, que decía lo siguiente: “Si el mundo fuera un lugar perfecto
los padres dirían a sus niños, a los jóvenes: Hijo, sal a la calle y haz lo que
veas y eso acabaría con el problema de la ética, pero no es así.”
Decía Voltaire
hablando sobre lo personal de la búsqueda de la perfección de cada ser humano:
“En Inglaterra cada uno va al cielo o al infierno, por el camino que prefiere”.
Y yo creo que no solo en Inglaterra.
Me encanta que
Savater defienda el hecho de la ética acentuada en el respeto por la Dignidad humana. No importa el color, el credo,
la cultura ni el género. Respeto a la persona sea hombre o mujer, blanco o
negro, de cualquier secta o grupo cultural. Lo importante, dice él “es que a
las personas hay que respetarlas por lo que hacen, en todas las etnias,
ghettos, géneros, religiones hay personas excelentes, especiales, creativas.”
Obviamente una persona que le quita la vida a otra no merece respeto no importa
las causas, las venganzas, el motivo implícito del hecho.
Particularmente
creo, siendo exageradamente subjetiva que, cruzar los límites del bien, borde
delgado que nos separa del mal, funciona como lo haría una droga: Un dulce
placer de llegar al paraíso; euforia efímera y placentera como vuelo de pájaro que
va acompañada de un estado de megalomanía, o sentimiento de ser todopoderoso
para dejar caer a su víctima en una total depresión y desprecio por sí misma.
El asco por su ser le hace vivir un círculo vicioso si no sana esas heridas que
el mal ha ocasionado en su psiquis. De modo que podemos errar y salir pronto
del entuerto pero nunca llenarnos de ira y bestialidad que nos apartarán ipso
facto de la cordura que nos hace humanos racionales. Debemos insistir en la
viabilidad del bien por encima del mal. Es tan triste la vida del corrupto, del
que delinque… siente asco de su proceder aunque no lo admita.
Concluyo invitando a la lectura, en su momento de esta
nueva obra novelística de gran trascendencia en la literatura nacional pero en
toda la región. Don Roberto Marcallé-Abreu
es todo un maestro en su oficio de narrador. Las conclusiones las ofrece cada
lector. Hay que recordar que “La belleza es mirada” como dijo Einstein.
“Las calles enemigas”, Premio Nacional de Literatura 2012,
auspiciado por la Universidad Central
del Este, será publicado a finales de este año para el aniversario de la
universidad.
Elizabeth Quezada.
26 de enero, 2013
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