Por Eli Quezada
“El enemigo es
el miedo.
Creemos que es el odio pero es el miedo.”
Mahatma Gandhi.
Siempre me llamó mucho la atención el concepto:
’Síndrome del Nido Vacío’ sin saber que tarde o temprano experimentaría los
síntomas como parte de mi vida.
Pensar y analizarlo como hija, no es lo mismo que
hacerlo como madre o abuela. El amor de
#Madre es incomparable. No es lo mismo despedir a uno de dos hijos que a ambos. A veces la
permanencia de los hijos se hace larga en la casa materna por variadas razones,
en especial que algunos tardan en hacerse independientes. Todo depende de la madurez adquirida, de los temas de libertad, o no. Del hecho de encontrar al indicado o
indicada, etc. En fin, depende de las
contingencias de la vida. Hay una serie de conjeturas y análisis que se
desprenden del hecho de ver los hijos partir y construir su tienda aparte. Vamos
a tocar este sentimiento que me angustia.
Es cierto que los padres, debemos proporcionar las
herramientas a los hijos para su vuelo personal; y que planeen sus propios
aterrizajes. Somos responsables de su desarrollo; para cuando decidan alzar sus
alas y volar, lo hagan decididos y sin miedos. Pero, ¿y dónde quedan nuestros
miedos? ¿Quién nos enseña, especialmente
a las madres, a vivir sin ellos? Específicamente cuando nos hemos quedado solas,
ya por la muerte del esposo (en mi caso), el divorcio o separación, o
simplemente por opción… aunque soledad es soledad a pesar de que le encontremos
un cierto regusto agridulce y helado. Como dijo Gustavo Adolfo Bécquer: “la
soledad es muy hermosa… cuando se tiene alguien a quien decírselo”…
En todo caso la soledad nos cae como balde de agua fría cuando ese
cordón umbilical de nuestro vientre sigue atado a nuestros imberbes a pesar del
paso de los años, a pesar de su altura y su estructura de hombre o mujer hecha y derecha.
Sí, es cierto que mientras más tiempo un hijo se queda en el hogar se vuelve más dependiente de la madre y viceversa. Esa es mi historia con mi hija menor.
Sí, es cierto que mientras más tiempo un hijo se queda en el hogar se vuelve más dependiente de la madre y viceversa. Esa es mi historia con mi hija menor.
Cuando pienso en el amor madre-hijos tengo que
remontarme a las teorías de los tipos sicológicos de las diosas (Artemisa, Afrodita,
Atenea, Hera, etc.) representando el amor maternal, el amor sexual, amor a la
ciencia y estudios, al matrimonio, etc.
Se especula que la mujer amante o tipo-Afrodita, tiende a ser más mujer
que madre. La mujer Atenea tiende a ser más profesional que amante o madre…etc.
Yo pienso que podemos integrar a todas las diosas en
una. De ahí el carácter multi-tag de la
mujer, que es capaz de cubrir varios frentes. Aunque en esa lucha por ser
profesionales, madres, esposas y amantes dejemos nuestra piel. Nuestras abuelas
fueron madres y esposas y listo. Pero, hubo que demostrar que somos tan capaces
como los hombres y así estamos cumpliendo todos los roles y explotadas.
No obstante en el diario vivir te encuentras con
mujeres de marcados tipos sicológicos. Yo soy más madre que esposa, que
profesional, que hija, que amante. Para mí ha sido letal la separación de mi
pequeña, que se casó adulta… no muy jovencita como lo hizo la mayor de mis
hijas (que de niña fue muy independiente)… y gracias a la segunda no sentí la
ausencia de la primera, de modo que, no hubo nido vacío en esa ocasión. Ahora
con la segunda he sentido verdaderos signos del síndrome del nido vacío, pues
hasta en las noches, despierto con ansiedad, imaginando una serie de
probabilidades improbables, que solo existen en mi mente.
Cuestiones como -que come, -que si tiene medicamentos
para sus afecciones, que si es feliz, que si la pareja la trata bien… que si ella hace las cosas que debe hacer
como esposa y como madre… que si vive en un lugar adecuado. Que si respira,
duerme bien, etc., mejor dicho… es un verdadero calvario el que alucino por
ella.
¿¡Y por los nietos!? Ni hablar. Que si le dan los
alimentos adecuados. Que si lo llevan a su pediatra con asiduidad. Que si son responsables y son atentos a los cambios
que en ellos se van generando. Un montón de preguntas inimaginables y
desacertadas… y yo lo sé; pero aun sabiéndolo lo sufro.
Es una zozobra cuando no recibo llamada, que me
gustarían diarias o inter-diarias para saber cómo
están, cómo amanecieron, si ya no tienen resfriado, si comieron bien. En fin.
¡Ah no!, no vayan a creer que soy una piedra en el
zapato… una suegra incomoda que se mete en todo y que llama hasta cuando van al
baño, no.
Ese es mi gran problema. No me gusta llamar mucho. No
me gustan los teléfonos ni los celulares, aunque hay que tenerlos para
emergencias. Prefiero la comunicación personal… frente a frente. Admito que ser
operadora de larga distancia me dejó un trauma con este tema de los teléfonos.
O sea que llamo esporádicamente. Les hablo por Messenger a diario y les dejo
besos y algunas recetas… y listo.
Pero confieso que me meto en los procesos de dejarles
ver alguna mala crianza o déficit que note en el crecimiento de mis nietos. No
en vano se estudia, se pela una las pestañas para obtener ciertos conocimientos
y que mejor implementarlos con la familia. Soy maestra por vocación y aunque no
trabaje por un salario me gusta trascender lo aprendido.
Mis amigas psicólogas y experimentadas en este tema me
dirán que debo atender mis proyectos. Que debo dedicarme a mis cosas… a pintar,
a escribir… a mis búsquedas y lecturas, que siempre han sido mi pasión… pero yo
les contestaría que sigo haciendo cada una de esas cosas, excepto, claro,
volverme a enamorar… en ese sentido estoy cerrada a cualquier tipo de relación
que no sea de amistad.
Quiero poner sobre la mesa este tema por si alguna
siente o ha sentido este malestar terrible que me hace, al respecto, algo
paranoica y ansiosa… Viendo fantasmas donde no los hay, y dudando del bienestar
de mis princesas. Incluso cuando soy abanderada de la felicidad interior. La felicidad propia. La felicidad no es algo ajeno a una misma.
La felicidad es algo que se da no que se recibe… La
felicidad es un estado interno que se construye… que se anida, que fluye del
ser hacia afuera, no lo contrario. Se es feliz porque gustamos de nosotros.
Porque hacemos lo que queremos… nadie nos coarta o nos aprisiona. La felicidad,
insisto, me la proporciono yo y mis ideas, yo y mis circunstancias,
cualesquiera que estas sean… yo y mi forma de ver mi entorno, de ver el
universo.
Pero ellas, mis hijas, junto a sus respectivas familias me complementan,
me perfeccionan, hacen parte importante de mí ser. Debo decir que cuando mis
hijas y mis nietos me visitan soy la mujer-madre más feliz del mundo. Se olvida
la ansiedad y el miedo. Mi universo se completa.
No obstante estos ataques crónicos de querer adivinar el
día a día de mis hijas, de querer tenerlas presente en mi vida me hace infeliz
aunque sea por periodos de crisis de ausencias, que ocurren cuando no me llaman
o no me visitan.
Y me gustaría preguntar: ¿cuándo pasará esa sensación
de separación endeble?
Ese vacío patológico que no me representa.
Ese vacío patológico que no me representa.
Eq.