jueves, 22 de agosto de 2013

Más allá de la nada, más allá del todo... Dios.


Por Elizabeth Quezada

“¡Oh Voltaire! ¡Oh humanidad! ¡Oh imbecilidad! La «verdad», la investigación de la verdad, son cosas difíciles, y si el hombre obra con demasiada humanidad, «si busca la verdad para hacer el bien», os apuesto a que no haya nada.” F. Nietszche (Más allá del bien y del mal)


Los seres humanos vivimos buscando insaciable e infinitamente, todas las respuestas que nos expliquen nuestra existencia: el principio y el fin. La vida y la muerte. Y navegamos en un mar de dudas en busca de las posibilidades. La cosa va más allá de las disyuntivas: del bien y del mal.

Muchos seres humanos, por no incluir a la mayoría, llegamos al límite en algún momento de nuestras vidas. Es como situarse al borde de un gran precipicio e intentar saltar al vacío cuando las opciones parecen agotarse. Algunos lo hacemos y nos dejamos engullir, tragar, literalmente, por un pozo profundo para vivir “la verdadera cara del infortunio” porque aunque somos muchos los inconformes y los fastidiados “existencialistas a destajo,” existen por el contrario, otros seres, que sí pudiesen valorar como fatídica y ominosa su existencia por causas genéticas, invalidez tácita, o sistemas programados de pobreza extrema… y no lo hacen. Tienen tiempo de sonreír con la panza vacía de alimento y llena de helminto.

Hay tanto dolor y precariedad en el mundo que un flaco favor se hace cuando nos quejamos por cosas materiales e inútiles depresiones que no son necesarias como buscando la quinta pata al gato que nunca tendrá. Y es que se necesita tan poco para vivir feliz, en paz y en armonía con la naturaleza.

¡Chispas!, dirán, pero, -quién nos quita el pensar-. Dice Nietzsche en “Más allá del bien y del mal”, citando a quien llama -último gran filósofo-: Stendhal, que dice:

“Para ser buen filósofo es necesario ser seco, claro, sin ilusiones.”





Luego de leer esto me resigné a ser todo menos una filosofa o pensadora. No hay nadie en este mundo con más ilusiones que yo. Y sigo pensando, y sigo lijando mi espíritu. Por ejemplo, soy una defensora uno-a de las comodidades ultra-modernas, aunque sé que puedo subsistir sin ellas y estar bien. Una máquina Olimpia puede hacer que escriba sin las continuas actualizaciones del demandante mundo de la red. Y si no, lápiz y papel. De modo que las necesidades son creadas. Siempre hay algo que puede sustituir lo existente.

No hay nada ni nadie imprescindible. Como mujer no logro entender el exceso de ropa y zapatos y esa maldita compulsión de comprar cosas que no se usan, porque resulta que, al llegar la almacenamos y hasta nos sentimos culpables…con razón. Yo alguna vez, hace mucho, lo viví. Es como vivir presa del consumismo, del que dirán, de la sociedad. Es que somos tan emocionales y neuróticos que tenemos que –ir de compras- para llenar otros “vacíos”… Lo que aconsejan los que saben es trabajar el vacío, el problema… Ojo, hombres y mujeres. Ya ese cuentito de que sólo las mujeres somos neuróticas pasó de moda.

Ahora bien, parece ser que el ser humano no puede vivir sin ataduras. Y las hay de todos los colores y sabores; favorables y desfavorables. Nos ata el amor-pasión, nos ata la comida, nos ata la vanidad, nos ata el cigarrillo y peor aún, nos ata la soberbia de creer que siempre tenemos la razón y que somos invencibles. No obstante, la era de la –sin razón- ha llegado. Ya lo dijo Hegel y lo publicó Nietszche: “Dios ha muerto”. La medida del hombre es el hombre mismo, como dijo Protágoras: “El hombre es la medida de todas las cosas. No hay divinidad, no hay misterios. Y toda índole de perversiones ha sujetado al hombre hasta esclavizarlo. “Somos espíritus libres” ha dicho Nietszche y sin entenderlo el hombre se ha avocado a una era donde todo es relativo. Pero, amigo, amiga, ¡no se escandalice!, los vicios son inmoralidades tan perversas como la infidelidad, como la traición, como el robo y el asesinato. Desde el vicio de la droga, el cigarrillo, el alcohol hasta el vicio de la gula, la envidia, la vanidad, el orgullo y la arrogancia. Siempre dejamos de lado los “pecados capitales” que llamaremos -grandes males- para no descartar a los agnósticos…estos males suelen esconderse debajo de la piel estanca de nuestra conciencia. Y aparecen en estricta comunión familiar e intima. Por eso es que la oscuridad se busca en casa. En el aposento bajo cuando se han desatado las máscaras.

Cuando alguien toma mucho café se envenena despacio… Yo, admito que lo hago. Y siento como afecta mi corazón.

Cuando el hombre o la mujer o el joven se enajena en el alcohol o droga lo hace un tanto más rápido; es un suicidio polifónico: puede ser visto y enjuiciado por todos.

No obstante, cuando la persona, supuestamente “sana”  se corroe internamente y simula, engaña, envidia, manipula y se pone caretas a conveniencia del reloj, es imposible catar el verdadero rostro escondido en todos esos modelos de vida. Es el mayor cáncer que un ser humano puede tener.

La perversión es un mal solitario, íntimo, que se auto-construye en soledad hasta acabar con su presa, aquella que da alojamiento en su alma. Y por algo el autor del libro “La manipulación de los espejos”
Roberto Marcallé-Abreu dice en boca de uno de sus personajes lo siguiente:

 “La verdad, no es lo que aparece frente a tus ojos, no. Es huidiza, inasible, compleja.”*pp.357


Y como la verdad es tan difícil de atrapar vamos a por los efectos de la verdad y el bienestar. Sabemos que la felicidad es efímera pero se construye de segundo a segundo. Se vela por ella. Se le prende una luz y se le reza. A la felicidad hay que conquistarla.

¿Cómo se la conquista?

-Primero conociéndose bien. No seremos perfectos pero trataremos de limar nuestras asperezas como se hace con el diamante en bruto. Como una piedra, nos lijaremos y nos desataremos las manías y los vicios que nos atan. Nadie puede hacerlo por nosotros. Pienso que es el gran reto de la existencia. Vinimos para ser mejores. Para construirnos y reconstruirnos desde el ensayo prueba-error. Por eso nadie puede hacer que alguien deje de fumar o deje de ser infiel o deje de ser insaciable o envidioso.

-En segundo lugar eludiremos obstáculos y nos mantendremos firmes en nuestro camino con la meta reflejada en la mirada. Es bueno ver el vaso medio lleno. Hay que ser tercos con nuestros sueños, y siempre mirar hacia adelante.

- Y tercero, lucharemos por el amor verdadero que no es el que conviene sino el que necesito dar. El amor que nos llena es el que damos no el que recibimos. Por eso hay tanta sabiduría en la frase que dijo el maestro Jesús:

“Hay mayor felicidad en dar que en recibir.” Hechos 20, 35

La persona que se conoce y sabe lo que quiere lo proyecta, lo emana, lo irradia. Y algo para mí vital es la compasión, no hay virtud más grande luego del amor, la fe y la esperanza. Por último exhorto a mantener un espíritu abierto para la concepción de lo divino, de lo mágico de un plan divino. De un Dios superior o de una pacha-mama bendita. Un universo paralelo donde viajaremos a reencontrarnos con los idos, los duendes, las musas y los ángeles.

“Clama a mí y yo te responderé,
y te enseñaré cosas grandes y ocultas
 que tú no conoces.” Santa Biblia: Jeremías 33: 3

Cuando creemos que no estamos solos, no lo estaremos más. Vamos a poner la mirada en esos seres divinos, especiales, invisibles que “posiblemente” nos ven, que nos cuidan, que nos vigilan, que nos podrían llevar a la luz. ¡Huye de la oscuridad y del destierro! Deja la puerta abierta para que entre la luz. Por si acaso.



©Elizabeth Quezada, Perlas escondidas, Editorial Bubok, España, 2012



 Nota: Lo que escribo está basado en experiencia vivida por mí y los que han estado de una u otra forma en mi vida. No es lúdico, no es doctrinal, no es paradigma de nada. Sólo pretende ser el reflejo de lo que pienso. Obviamente las citas son producto de mi primera pasión, la lectura, que empecé casi cuando mudaba los dientes…de modo que, acudo a la filosofía a modo de reflexión (misma que estudie en la universidad PUCMM) y la  espiritualidad sin ortodoxias sectarias ni credos impositivos, Si hay una idea que amo de Dios, es el libre albedrío. Escoja usted. Yo soy una Nietzscheniana-Cristiana.


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